lunes, 14 de junio de 2010

La Playera Blanca E Imponente ©


La Playera Blanca E Imponente

Como cada cuatro años, los alemanes demuestran que siempre existirán elementos para considerarlos “de cuidado” e inquietar a sus rivales de grupo y contendientes que sueñan con ganar la Copa del Mundo. Ante cualquier incertidumbre o especulación que pudo haber existido, la escuadra teutona manifiesta, de manera enérgica, que la historia tiene razones suficientes para nombrarla como favorita para ganar la Justa Mundialista; inclusive desde el primer partido y ante un rival digno, pero a modo. La Selección Alemana cuenta, como cada época, con jugadores de gran nivel; quienes ostentan siempre la dosis exacta de pujanza y exquisitez. En la alineación se percibe una combinación de grata experiencia y mucha juventud, que plasma como resultado, inteligencia valiosa y fuerza incesante para ganar los partidos. La lista de convocados luce con jugadores de calidad, quienes compiten en una de las ligas más exigentes del mundo; como es La Bundesliga, y en el cuadro titular, se manifiesta enseguida la comunión que existe entre los varios integrantes del campeón Bayer Munich, así como los grandes atributos de sus elementos nacionales y naturalizados.

El marcador de 4-0 no se puede considerar como un presagio de que Alemania será el Campeón del Mundo, pero la manera en que jugó el equipo y la forma en que desplegó su Fútbol, saca inmediatamente a la luz argumentos suficientes para considerarla como predilecta. El equilibrio en sus líneas y su peligroso ataque la hacen muy difícil de dañar y considerablemente dura de contener, por lo que enfrentarla significa un gran reto para cualquier contrincante.

Esta vez no asistió un Beckenbauer, un Matthäus o un Ballack, pero esta selección alemana; la más joven de la historia, tiene los genes necesarios para estampar, con su combatividad e incansable espíritu ganador, la cuarta estrella en su palmarés. Jugadores como Lahm, Klose y Schweinsteiger, de la mano de su atrevido estratega, tienen la difícil misión de conducir a su rozagante equipo al triunfo, como alguna vez lo hicieran sus grandes antecesores.

A este extravagante Mundial asisten playeras ganadoras y temidas como las de Brasil o Italia. Compiten playeras de respeto y con galardón mundialista como las de Argentina e Inglaterra. Están también las de ímpetu vencedor como las de España u Holanda. Pero la memoria, y la estadística, nos recuerdan que existe una playera como la alemana, a la cual, no hay quien le guste enfrentarla. Y el que lo dude, ¡Que nos pregunte!

Alex VC

martes, 8 de junio de 2010

La Pregunta Del Millón De Risas ©



Aquella vez en que nos encontrábamos reunidos, como a menudo sucede, todos los integrantes del Grupo “Etílico Musical” de Coyoacán, surgió un agradable tópico que rompía con las cotidianas pláticas melómanas y con las habituales disertaciones de quién es el mejor representante de la agrupación o el jugador más taimado para el “Rock Band”. En esa casona del portón de madera, cuyo propietario es anfitrión de los que intentamos descomponer de manera por demás humilde los éxitos del Rock & Roll, llegamos a un intermedio comentando un entretenido punto que incluyó a todos de los presentes.
Ese día planeábamos dedicar la velada a Paul McCartney y a José Cuervo. Ese miércoles decidimos festejar la noche de esa forma debido a que Sir Paul, a diferencia de Ringo Starr y sus demás compañeros de la añeja banda, nos iba a honrar con su presencia en la Capital Metropolitana, y por que el Señor José, a diferencia de Johnny Walker y sus demás compañeros de la cantina, tiene la mejor de las habilidades para abrir la garganta. El momento se transformó en entretenido desde que tomamos nuestros instrumentos y comenzamos a homenajear (otra vez, de la manera más humilde que nos fue posible) al miembro del cuarteto de Liverpool y a su repertorio musical.
Casi todo el recital fue dirigido por nuestro aclamado baterista del Ex Convento de Churubusco, cuyas maniobras con las baquetas, logran crear imágenes mexicas de Ginger Baker, pero en el momento, se percibía una relación lejana con Ringo. Nuestra belleza sinaloense, quien por cierto acaricia al piano como si lo quisiera retener a su lado toda la vida, y quien imita como nadie a “La Cantante Descalza” cuando interpreta “Cry Baby” se apoderó del sintetizador y de las miradas de los concurrentes, ya que en ese momento era la versión morena ojiverde de Linda McCartney. El dueño del mesón tomó su bajo eléctrico y empezó a dar cátedra de virtuosismo (Nuestro personaje es el único que estudió música como se debe, aparte de que es el que pone la casa cada palomazo, así es que la pulida de botas no es de a gratis). Aunque nuestro bajista de la noche ostenta una crin y rasgos equinos semejantes a los de Roger Waters, esa noche emulaba a “Macca” cuando salió a colación “Lady Madonna”. La guitarra principal estaba a cargo de nuestro Barman del Barrio de San Lucas, quien en la vida cotidiana se dedica a arreglar los desbarajustes de los automovilistas sin precaución. Este individuo que pone los autos a punto rasga las cuerdas como Jimmy Page cuando emergen las rolas de Zeppellin, pero ese día saltaba de Robbie McIntosh a George Harrison en los momentos de Wings y Beatles. Las hermanas guapetonas, y nativas de la misma cuadra, aportaron a todo momento sus voces angelicales para los coros, y la belleza del cabello siempre sedoso y erizado, nos honró con su ronco pecho para la voz principal en selectas canciones; así como su conocimiento de guitarra. El intachable ciudadano y múltiple campeón de la carambola de “Caballo Calco” tiene también la peculiaridad de tocar el requinto y las líneas de bajo, por lo que junto con el anfitrión y su servidor, nos campechaneamos dichos instrumentos cuando la poli funcionalidad lo requería. Humildemente aquí su redactor también toca (con penas) el piano, por lo que en ciertos episodios de la noche, osé profanar el lugar del Ex Beatle tocando y cantando, como si tuviera algo de talento o un chorro de voz, los temas de su inspiración.
Sería tarea de un crítico musical el calificar nuestro desempeño y performance, pero me queda claro que el más severo de los jueces nos pondría un diez en entusiasmo y chacoteo, ya que no existe ocasión en que no aparezcan las carcajadas y el interminable buen humor.
Cuando hacíamos un merecido receso para alabar al silencio y rellenar las copas, nuestra querida compañera “Culichi-langa”; soltó una pregunta al aire atiborrado de humo que creó instantáneamente polémica y risotadas: ¿Qué es lo que llevarían a una isla desierta?
Después de manifestar comentarios soeces y réplicas absurdas, empezamos a razonar un poco más la interpelación para poder dar una respuesta cercana a lo inteligente (nunca llegó). A medida que aparecían las réplicas empecé a apreciar un poco más las mentes de mis agradables amigos. Conforme cada quien exponía su punto de vista, y aparecían las respuestas de lo que nos llevaríamos a un lugar desolado, el momento se fue tornando cada vez más placentero y la música se convirtió, por ese gran instante, en la banda sonora de nuestra plática.
Varios respondían que llevarían un libro, ya que según lo clarificaron; de esa forma estarían entretenidos en los momentos de soledad. Otros argumentaron que llevarían un aparato de música o video; explicando que de esa forma podrían tener algo que escuchar ante la consternación. Habían los que expresaban que llevarían un instrumento musical para sobrepasar los momentos de ociosidad. Algunos con dotes de inteligencia proponían llevar una brújula, y los más avanzados en cuanto a tecnología y telecomunicaciones, sugerían un GPS. Estaban los que con un humor más áspero sugerían llevar una pistola para protegerse de las adversidades o cometer suicidio en caso de desesperación. Habían también los que sugerían llevar bebidas alcohólicas para pasársela mejor o simplemente como método infalible para olvidar. Y aparecían también los que, imaginándome que no entendieron bien la pregunta, respondieron con: ¡Llevar un paracaídas!
Después de escuchar atentamente las respuestas rebuscadas, así como los disparates que no faltaron, llegó mi turno, entre un millón de risas, de responder la pregunta que tanto buen humor había ocasionado. Al ser mi momento para responder, y después de haber vivido una gran noche desde el principio, mi respuesta fue simplemente automática. Sin pensarlo demasiado respondí raudo y con toda seguridad. Ante la mirada de todos mis colegas melómanos manifesté que, si en el dado caso de que tuviera que llevarme algo a un exilio, mi respuesta era sin duda alguna: “Su compañía”.

Alex VC