sábado, 13 de febrero de 2010

Lo De Más Es Pura Coincidencia ©



Cuando uno piensa, según lo que aprendimos en la escuela, que La Tierra es un enorme cuerpo celeste que gira alrededor del Sol, nos damos cuenta que en realidad solamente es un pañuelo. A veces suceden agradables coincidencias que hacen dudar a la misma lógica, y por lo tanto, siempre es mejor disfrutarlas que pensar de más tratando de buscar una explicación.
El jueves pasado me encontraba compartiendo el pan y el vino en un selecto restaurante de la Colonia Condesa. La noche estaba pletórica de calma, ya que contra todos los pronósticos, el líquido vital había calmado su ira después de intensos días de torrentes. Como el mejor de los paisajes, el cielo era un cúmulo de estrellas y el frío finalmente sosegaba su ímpetu para convertir la cena en casi una utopía climática. Pretextos que algunos utilizan para comer como “Pelones de Hospicio” y beber como “Cosacos”.
Terminados los alimentos, que a pesar de lo refinado del lugar estaban para chuparse los dedos, complementamos la velada con aburridas pláticas profesionales, algunos comentarios sobre eventos agradables, y por supuesto, con las correcciones al Mundo que inevitablemente aparecen en la sobremesa. Todo esto necesariamente acompañado de bebidas al gusto y de la terquedad de algunos de los presentes.
Una vez pagada la dolorosa cuenta, y después de despedirnos sin llegar a conclusión alguna de los temas abordados, me dirigí a mi segundo compromiso de la noche.

Desde hace ya algunos años acostumbro, junto con un grupo de agradables tahúres que conocí en la Universidad (y a quienes hasta la fecha llamo amigos.) dedicar el cuarto día de la semana al Juego, en vez de hacerlo al Rey de los Dioses. Cada jueves consagramos unas horas a procurar el esparcimiento y a homenajear a los placeres mundanos. Jugamos al Póker rodeados de comida chatarra, risas etílicas, frases idílicas, tabaco, música contemporánea, licores refrescantes, alegrías y disgustos. Es decir, todo lo necesario para que el viernes nuestro cuerpo tenga por entendido a la perfección lo que recibió.

Cuando me dirigía hacia el retozo, hubo un agradable e inesperado cambio de planes. De camino al turnado garito, el cual coincidentemente tocaba en el mismo vecindario, el destino irrumpió en mi travesía para colocarme en un trayecto que tenía años sin recorrer. Al pasar frente a un conocido Bar de la zona, tratando de esquivar a los visitantes que intentaban irrumpir en el lugar y a los asistentes que salían a emitir bocanadas de humo, encontré algo muy familiar dentro del establecimiento. Por la ventana reconocí algunas siluetas que hacía mucho rato no veía, pero que el pasar del tiempo las había respetado en mi memoria. Entre la multitud y el juntar de las copas se encontraban algunos amigos de la juventud brindando y departiendo. Tenía años de no ver a varios de ellos, por lo que sin pensarlo demasiado, entre al recinto para saludar.
Agradecido con la casualidad sorprendí a aquellos con quienes compartí mi niñez y adolescencia, y a manera de feliz reclamo, les hice saber que para la próxima esperaba se dignaran a invitar. Instantáneamente recibí abrazos y apretones de manos de cada uno, así como la innegable invitación a “echarme un par”.

Desde que me senté en el incómodo banco me sentí muy cómodo con la compañía. El tiempo marchaba entre risas y recuerdos, como si no hubieran pasado casi dos décadas de ausencia. Recordamos a cada momento las maldades y boberías que no dejábamos de hacer en aquellas épocas. Conforme más pasaban las horas, y más empinábamos los vasos, el dolor de las quijadas y del estomago se agudizaba a causa del buen humor. Las pausas que hacíamos entre el carcajeo y las muecas eran solo para ir al concurrido baño o cuando salían a fumar los que habían prometido dejar de hacerlo. Pero siempre había alguien en la mesa con una anécdota en donde alguno de los participantes tuviéramos algo que ver. Cuando nos dimos cuenta ya nos habían prendido la luz, como un intento brusco de detener el jolgorio. Habían pasado, como agua, horas enteras de relajo y regocijo.

Hacía mucho que no recordaba los “buenos tiempos”. Hacía tiempo que no veía a mis buenos amigos, y a pesar de los años, sus esencias no cambian, y que gusto. Por un momento todos regresamos a ser los niños con el uniforme de los colores ridículos y las rodillas raspadas. Éramos los cínicos a los que no nos interesaba nada más que la diversión. Los que no les importaban las consecuencias de los actos. Esa noche todos éramos los apodos y ninguno los nombres propios. Éramos preadolescentes con edad suficiente para decir “Salud” por le gusto de vernos y estar hasta la madrugada recordando a los demás amigos que no estaban en el lugar. Los que imponían la voluntad sobre la conciencia. Los que a los treinta y tres años se siguen riendo como chiquillos, y que bueno.

Gracias a los amigos, por que de verdad me la pasé de fábula. Valió la pena la desmañanada, y más aún, la desvelada. Espero que pronto se repita, y espero se unan todavía mas amigos a festejar el recuerdo (Hasta altas horas de la noche).

Alex VC

miércoles, 3 de febrero de 2010

Propósitos Después De La Candelaria ©

A media cuadra de Febrero, y todavía con el desfallecimiento del mes en turno, nos percatamos que se va el año. Ya en la antesala de Marzo nos damos cuenta que el osado maratón Guadalupe-Reyes es historia y es tiempo de afrontar con aplomo la realidad. Habrá que empezar por ver cómo le iremos a hacer para pagar las deudas y aguantar la recesión (Que según nuestros gobernantes forma parte de nuestra nutrida imaginación). Tendremos que ir formulando estrategias para sortear los percances e inconvenientes que nos regala la situación del país. No es sonar pesimista, por el contrario, estoy seguro que con actitud para no quedar rezagado, y sobre todo con buen humor para no amargarse, lograremos salir triunfantes. Si somos el país que se mofa cada Noviembre de la muerte por que no habríamos de hacer lo mismo con la crisis en Febrero.

Comienzo el mes cumpliendo cuarenta y tres días sin fumar (Nada mal para alguien que empleaba el encendedor desde los quince). No es la primera vez que intento des afanarme de la nicotina pero creo que ahora sí será la buena, ya que mi relación con el tabaquismo se ha vuelto cada día mas insoportable. Desafortunadamente esta vez no implementé ningún método hipnótico o asistí a algún curso motivacional. No, esta vez tuve la brillante idea de dejar de agredir a los pulmones utilizando solamente las amígdalas, por lo que mientras escribo, no dejo de pensar en la cajetilla de mi vecina de mesa y en la combinación tan perfecta que sería con mi café. Realmente espero no recaer, pero aunque en mi alrededor desfilan conocidos y consanguíneos que humean como chacuacos, cada vez me acostumbro más a carcajear sin toser como sabueso y a trotar sin sofocarme como añoso. Todo sea por reconfortar al cuerpo después de lustros de maltrato.

Cuando estás por cumplir los treinta y tres años empiezas a darte cuenta que hace como quince que dejaste de ser un chamaco. Es entonces (rara vez antes) cuando notas que las desveladas y parrandas te pegan cada vez peor. En mi caso lo noté como cinco años antes pero se lo achacaba mas al exceso que a los años. Por lo que ahora he decidido ofrecerme más salud, ya que creo aun estar en tiempo de correcciones. Llegué a esta conclusión después de que, alguna vez, un entrometido entrenador del gimnasio, el cual en su afán de encajarme la cuota por el entrenamiento personal, me comentó que si antes de los treinta y cinco años dejas de fumar, comes mejor y haces regularmente ejercicio es como “borrón y cuenta nueva” para el cuerpo. Me pareció simpático el comentario así es que tome su consejo profesional gratuito, me hice el occiso para retribuirle por sus gritos y humillaciones mensuales y decidí aplicar la hipótesis.
Realmente no creo que exista una confirmación científica pero de algo te tienes que agarrar para cumplir los propósitos.
Hasta el día de hoy, y después de meses de lucha, llevo alrededor de unos nueve kilos abajo. Digo solamente alrededor por que llevo años de no dirigirle la palabra a la báscula. Mi manera de calcular los tamales que llevo perdidos es probándome la ropa que no me quedaba del armario. Afortunadamente puedo decir que conforme pasa el tiempo, menores son los altercados con los botones y mas es la reciprocidad con las tallas medianas.
Trataremos de seguir en la lucha, y aunque el clima cada día se empecina en hacer más difícil el divorcio con la cama, el ejercicio espera y la promesa que le hice al espejo de bajar esos kilos de sobra debe ser inquebrantable.

Creo que no puedo despedirme sin comentar lo que todos nos enteramos en las noticias el domingo pasado. Desde esa mañana me encuentro muy triste y molesto con la desgracia. Será a lo mejor por que esta vez se trataba de mi querido “Mariscal” Salvador Cabañas quien había sido afectado con un balazo en la frente, o será a lo mejor por que cada vez son mas frecuentes las noticias de violencia en nuestro país. No tengo el gusto de conocerle pero tuve el agrado de verlo jugar incontables veces. Ojala y se recupere pronto para beneplácito de muchos que lo admiramos. Esperemos que nuestras autoridades esclarezcan lo que pasó con nuestro amigo “Chava” y esperemos también que esclarezcan lo que pasó con nuestros demás camaradas que sufren agravios y agresiones diariamente, pero que desafortunadamente sus incidentes no aparecen en ocho columnas o en horarios estelares en los noticieros. Ojo señores procuradores de justicia, hoy en día mi ciudad es del “Hampa” en un lago escondido y no solo su servidor está cansado de eso.

Pero sigamos con la buena onda y aunque Febrero cada vez está más loco que enamorado tratemos de pasarla de la mejor manera. Disfrutemos de este corto mes y de los momentos que nos regala cada año. Los que sacaron el “muñequito” que cumplan con la “tamaliza” en La Candelaria, y que tengan buen provecho los comensales. Los que tengan novia que le cumplan como se debe en San Valentín, y que pasen un buen momento los involucrados. Los que ya tienen las maletas para el puente que tengan un excelente viaje y buen descanso a los que nos quedamos a disfrutar de la ciudad sin ellos.

Alex VC

El Recuento De Los Daños ©



Pero que manera de despedir el año. Como si no hubiera sido suficiente la inseguridad o la crisis mundial (que en lo particular me pegó como si la culpa hubiera sido toda mía y el escarmiento fuera costear los platos rotos) descubrimos también la mentada influenza. Algunos decían que dicho mal era un virus que producía una enfermedad aguda de las vías respiratorias, y algunos otros, salían con teorías conspiratorias acerca de una iniciativa del gobierno solo para fastidiar, pero bien que andaban como asalta diligencias por toda la ciudad con su tapa-bocas. A consecuencia del odiado gripón, y como si viviéramos en la opulencia, media comunidad comercial estuvo marginada por buen rato, con quejas entendibles de los propietarios, así como con sus respectivas y obvias consecuencias económicas. Pero como no hubo realmente a quien echarle la culpa de todos esos desarreglos, tuvimos que hacerle como siempre: apechugar, hacer de cuenta que no pasó nada y fregarle para pagar las deudas que nunca paran.

No es que uno sea quejumbroso pero, ¿Qué pasó con la querida Madre Naturaleza? Desde infantes entendemos que nacemos y que vamos a morir, así como la premisa de que el mundo eventualmente se irá a acabar. ¿Pero qué no habría manera que se esperara algunos años? Todavía nos quedan cosas importantes por realizar, varias metas por conseguir, y por supuesto, algunas sandeces por hacer. Por eso niños, como propósito de año nuevo (Que por cierto el mío fue dejar de fumar y ya llevo tres lápices mordidos para no comerme las uñas) cuidemos al mundo por que, así como México, no hay dos.
A que voy. Llovió a cántaros en varias latitudes del país. Tlaloc no dejó de ejercer su violencia hasta que se cansó. Para hacer mas amena la situación, la mayoría de las jornadas salías por la mañana a departir o a trabajar solo con tu camisa, debido al calorcito y al Astro Rey que estaba en su esplendor, cuando de repente y casi siempre sin aviso, se soltaba tremenda tromba que pensabas ibas a ahogarte. Por la tarde o noche llegabas como sopa a tus aposentos y te enterabas en las noticias que estamos viviendo las peores sequías que se recuerden en años. Realmente no lo entiendo que “El Niño” me lo explique.
Que tal los fríos. Experimentamos temperaturas como si viviéramos en la zona mas helada de Wisconsin pero con el detalle de que nuestras moradas no están equipadas con calefacción. A lo que llegan los suertudos es a tener el calentador eléctrico que te conforta muy bien pero te tira en la cama tres días del catarro que pescas. En nuestro guardarropa lo único térmico es la chamarra de piel que está mas fría que la tatarabuela o la pijama de franela que alguien te regaló y que gracias a la fortuna o a la negligencia nunca desechaste.

En donde peor esta la cosa es con nuestros hermanos Haitianos que sufren de pérdidas irreparables debido al terremoto. No nos cuesta nada ayudar, lo que sea es ganancia para nuestros amigos Caribeños. Muchos de nosotros tenemos edad suficiente para recordar lo que pasó con el sismo del 85 y como sufrió el país entero con el desastre. No hay que ser, yo sé que en nuestro país no nos sobra nada, pero en Haití desafortunadamente les falta mucho.

En lo personal, creo que el año estuvo duro pero no tupido, ya que afortunadamente sigo aquí importunando al prójimo y cuento con los míos para querer y convivir. Aunque hubo sorpresas que a veces el destino te pone para hacerte, según él, mas simpática la vida.
Después de pasar la cena navideña encerrado en mi casa con calentura y moqueando sin cesar, así como con el atinado fastidio que no para mas que con el cansancio, tres días después una ocurrente hernia tuvo a bien ahorcarse en las entrañas de mi progenitor. Después de pensar que el mole de la comida era el causante de su malestar, ya que el señor tiene antecedentes de tener un excelente diente, al no disminuir el dolor nos dirigimos consternados hacia el nosocomio. Posteriormente de los análisis y el diagnóstico médico, ahí nos tenías a mi patriarca y a mí en la sala de emergencias esperando, una de dos: que ya lo metieran al quirófano confiando en que el doctor no se hubiera ido nunca de pinta y lo operara satisfactoriamente o esperar unas horas mas para que llegara el día 28 y nos hicieran sentir como inocentes palomitas al habernos dejado engañar con la pesada broma: Fue la primera, y al viejo le metieron cuchillo como regalo adelantado de Reyes.
Afortunadamente todo salió muy bien, con los correspondientes desvelos y preocupaciones, pero cada uno de ellos se te olvidan enseguida cuando ves al que te enseñó a andar en bicicleta discutir con la enfermera al no querer salir del hospital en silla de ruedas. Esto apenas unas horas antes de la cena de año nuevo.
Fue entonces cuando cerramos con broche de oro el 2009 y entendí que la vida, a final de cuentas, es benevolente ante los malos ratos.

¿Ahorita como me pinta el año? Creo que de maravilla por que veo salud a mi alrededor y concibo felicidad en el porvenir. Tengo ganas de hacer cosas nuevas y de retomar algunas otras que había dejado en el suspenso. Estoy emocionado por que algunas losas que traía a cuestas por el camino la paciencia las cambió por zapatos más cómodos para el andar.
¿Qué deseo para el 2010? Que la vida se vislumbre excelsa para los que quiero y para los que no tengo el gusto. Que la tranquilidad sea el nuevo exceso en los hogares. Que los que tienen en demasía se den cuenta que hay demasiados que poco tienen. Que demos un paso más hacia el progreso y el bienestar social. Que México sea un divertido espectáculo en donde todos puedan comprar un boleto. Que haya mas niños jugando en las calles. Que sean contadas las malas noticias. Que haya trabajo hasta para el que implora no encontrarlo. Que nos decidamos por fin a cuidar a la tierra. Que haya más libros que leer. Que haya más canciones que cantar y más chascarrillos que contar. Que no decaiga nuca el ánimo. Que la cosecha de mujeres nunca se acabe. Que los gobernantes desquiten el voto. Que ya gane algo el América, ya que la razón me dice que le deje de ir, pero a mi corazón no hay quien se lo haga entender. Que haya cada vez más pretextos para pasarla bien. Que hagamos más amigos y amigas. Que les vaya bonito a todos.
Nos vemos en algún momento de este nuevo año, mientras tanto digamos ¡Salud! Que es la última y nos vamos.

Alex VC

Carta a Santa Claus (Diciembre del 2006) ©

Querido Santa Claus:

Espero te encuentres bien y sigas tan caritativo y jovial como acostumbras. Creo que nunca te agradecí todo lo que me diste en la primera década de mi vida (eso va también para tus cómplices, mis familiares). Por lo que ahora, tarde pero seguro, y en mi casi treintena actualidad lo hago con reconocimiento, y porque sé, que tu nunca te olvidas de los cuates.
Ha pasado mucho tiempo, estimado Noel, desde la última vez que te escribí, pero no creas, no pasa ninguna época decembrina, desde aquél añejo entonces, que no salte a mi mente, aunque sea por un momento, ese infante sueño que rodea tu existencia. Han pasado más de veinte años desde que, con aguardo e infinito anhelo, redactaba mis deseos y peticiones (casi siempre materialistas, eh de confesar con apocamiento) para mandarlos por Correo Express hasta tu gélida morada. Ha sido un largo período desde que absurdamente decidí no escribirte más.
Qué falta me hizo tu bonachonería aquellas deseadas vacaciones navideñas que pasé encerrado en mi casa debido a la atinada varicela que me pegaron (sospecho de un primo rapaz del cual mejor no digo el nombre) convirtiendo la etapa de juegos y vaganzas en un obligado exilio de dos semanas. Aunque queja no lo es tanto porque, como el bodoque que era, me consintieron a todo momento los que tanto me quieren.
De ahí en fuera, mis recuerdos de las navidades son muy buenos. Los festejos en casa de mis abuelas, tíos y amigos en donde nos reuníamos (y lo seguimos haciendo) los multitudinarios miembros de la familia. Recuerdo los regalos, la tertulia, los ricos guisados, los exquisitos desaguisados y demás condimentos necesarios para departir en una encantadora cena de locos. El lugar no es imprescindible para que la pasemos bien, ya que han habido las veces en que nos hemos trasladado hasta apartados lugares como: la fascinante Riviera Maya, Ixtapan De La Sal, La Perla Tapatía, El Puerto Jarocho o Atlanta Ga. (Bella ciudad Estadounidense que recibió las Olimpiadas del 96 y en donde radica nuestra representación diplomática, folklóricamente adecuada, de este atrayente clan). Somos, hazte de cuenta, un punto medio entre La Familia Buendía de García Márquez y La Burrón de Vargas Bernal, cuyos miembros somos una peculiar amalgama entre La Caja de Pandora y un estuche de monerías. De ahí que las cenas navideñas sean siempre llenas de buenos momentos y gozosos eventos.
Este año, preciado San Nicolás, como comprendo que te ocupa mucha chamba, y porque realmente en mi casi tercio de siglo ya no hacen juguetes ni cacharros que me llamen tanto la atención, solamente te voy a pedir algunas cosas que no van a robarte mucho espacio en tu gran bolsa de dádivas. Y aunque no he sido, lo que se dice un monje piadoso, tampoco creo haber actuado como un malhechor de tiempo completo, por lo que exhorto tu imperecedera humanidad para hacer realidad mis deseos; ya que a fin de cuentas, las peticiones no son tanto para tu no tan hábil redactor, sino para las personas que apapachan mi vivir.

Te enlisto mis peticiones (son vastas, espero no haya fijón) esperando, como siempre, tu magnánima respuesta:

A mis padres: a los autores intelectuales de mi existir, a quienes les tengo que agradecer mi presencia en el mundo (sin su intervención biológica nunca hubiera podido escribir esta carta) y a quienes les debo la familia que me rodea. A esos maravillosos y pintorescos seres que me heredaron sus rimbombantes apellidos, sus cualidades y defectos, su tutoría hacia la fuerza y sensibilidad ante la vida. Los que me enseñaron la libertad y me inculcaron el amor. Los que me regañaban cuando tenían que hacerlo y me consentían a veces sin merecerlo. A los que con conciencia me enseñaron el poder de decisión y me regalaron su comprensión en tantos momentos desde mi arribo a este espacio y tiempo.
A ellos dales lo que me dieron, que es la vida. Tráeles salud y bienestar, porque quiero tenerlos mucho tiempo, ya que al tiempo, quiero corresponderles sus actos amorosos con los míos.

A mis madres: Has de saber, mi buen Kris Kringle, como dirían mis primos mexa-gabachos, que a tu servidor no le queda el tan mexicanísimo dicho de “no tienes madre”, o “eres un desmadre”. Esto es, debido a que afortunadamente conservo y quiero (por convicción y no por default) a la que me dio la vida y da la suya por mí. No obstante la suerte, gozo de las que me vieron nacer y ven a cada momento por mí como Marcela mi tía que quiero sin mesura y me ha dado tanto en mi vida. También está mi abuela que hasta la fecha se desvive por consentirme cual si fuera yo un infante nieto. Aunque parezca increíble mi fortuna, me deleito con las que me quieren como uno más de sus hijos: como son mis demás tías (amadas con locura por su sobrino) repartidas entre La Ciudad de México, nuestro dotado de hermosura territorio nacional, y más allá de las fronteras y quienes jamás han necesitado pagar aranceles para recibir mi querer. Están también las amigas de los creadores de mis días quienes me abren las puertas de su casa como las de su corazón (apreciadas por el mío, aunque dejara de latir). Y por si fuera poco, cuento con las agraciadas progenitoras de mis amigos (eternamente queridas por su hijo postizo), que en algunos casos, tengo más de la mitad de mi vida de conocer y me faltará vida para corresponderles su cariño.
A todas ellas, por favor, mándales fortuna, amor, cariño y salud como recompensa a la gran fortuna que tuve de haber recibido siempre su amor y cariño que tanto sana mi ánimo.

A mis abuelos: debo de aparecer en el libro Guinness, ya que tuve la riqueza de conocer a todos mis abuelos y a casi todos mis bisabuelos. Es un caudal de júbilo conservar a mi bisabuela y abuelos maternos (adorados encantos de la vida, todos ellos), así como a la abuelita paterna que me quiere y la quiero en extremo. Todos ellos gozosos de salud y con envidiables ganas de vivir. Mis antecesores son un caso, cada uno de ellos. Son tan coloridas sus esencias que me tardaría horas en hablar en particular (aunque la historia de todos vale la pena). Pero, a manera de resumen, te digo que todos han sido buenos con su retoño, de ahí mi eterno aprecio para ellos. Han sido siempre cariñosos, atentos, cargados de anécdotas, dicharacheros, llenos de jolgorio, puestos pa´ la fiesta, y por supuesto, queridos por todos. Llevo siempre sus vivencias que me contaron, sus consejos que me dieron (y me dan, aunque ya no estén conmigo), sus dichos, sus regaños, sus alcahueterías, sus herencias periodísticas, su legado, su ejemplo de vida, así como su dedicación a este su sucesor.
A ellos tráeles más fuerza para seguir queriendo y gozando a la vida, a sus hijos y a sus nietos. Dales salud para que sigan viviendo como lo hacen y para que todos nosotros podamos disfrutarlos muchos años más.

A mis tíos: Aquí tengo que hacer una pausa para intentar explicar una situación, la cual, podría volver loco a cualquier lector: Existe en mi haber familiar, una peculiaridad que hace complicadísimo a tu inexperto ensayista nombrar a quienes son mis primos, a quienes son mis tíos y a quienes son mis tíos abuelos. Esto es, debido a que tengo tíos que son más jóvenes que yo (casos extremos de hasta más de 10 años de diferencia), tíos que son de la edad de mi señora madre, tíos abuelos que son de la generación de mi progenitor y cuyos hijos vendrían siendo mis tíos pero he convivido toda mi vida con ellos como primos, tengo también primos que podrían tener edad suficiente para ser mis hijos, y varios escenarios y circunstancias que hacen prácticamente imposible al que escribe darse a entender, por lo que he llegado a la sana conclusión de nombrar a los que se acercan a mi generación como primos y a los que son contemporáneos a mis padres como tíos. ¿Difícil verdad? Creo que es menos complicado chiflar comiendo pinole.
Ahí va de nuez. A mis Tíos: a todos los que llamo tíos y quiero inmensamente por igual. A aquellos que han sido mis padres sustitutos en cortos y prolongados lapsos de tiempo, en que su “encajoso” sobrino, pasaba etapas enteras de vacaciones y me trataban siempre de fábula (desde mi advenimiento hasta el inevitable hasta luego). A los que me consienten y me quieren como a mis primos, a los que me tratan como un hijo, aunque no tengan los propios (yo a ellos los quiero como padres, aunque tenga los míos), a los que nos llenan de emociones y de buenos momentos con su inigualable disposición de colmarnos de buen humor, a los que me inculcaron el querer siempre a la familia, a los que me instruyeron para decir mi primera peladez, a los que jugaban conmigo, a los que me aconsejaron siempre, a los que me enseñaron hábitos tan útiles en mi vida como la lectura, a los que me dieron tanto. A todos ellos que son tantos y tanto que los quiero.
A mis tíos tráeles felicidad y salud para compartirla con los suyos. Tráeles eterna dicha, ya que esta va a servir para todos nosotros, su familia.

A mis primos: a ellos que son cuantiosos en ambos lados de mi amplia parentela. Esto va también para aquellos que contrajeron nupcias con mis primos, y los quiero como tales, aunque no coincidan nuestros genes. A todos ellos cuyos recuerdos personales tengo solo los buenos, no obstante que algunos de mis queridos familiares dedicaron gran tiempo de su adolescencia para molestarme en mi niñez (la vida te da oportunidad de cobrarte facturas con primos menores que tú). A los que han sido mis compañeros de aventuras, mis cómplices en fechorías y travesuras, mis acompañantes placenteros en los viajes familiares, mis creadores de fórmulas para fastidiarme, mis víctimas de bromas, mis amigos, mis hermanos, mis vecinos, mis generosos anfitriones, así como mis huéspedes de lujo.
A todos ellos regálales una dotación de buena vibra y de energía positiva que se convierta, cada día, en salud y satisfacciones. Esto los hará felices y me llenará de felicidad al verlos bien.

A mis amigos: a las amigas y amigos que son afortunadamente tantos y atinadamente míos. A todos los que tengo cerca y a los que están dosificados en la provincia y costas de mi México, así como los que tengo en latitudes lejanas de mi mundo pero cercanos siempre de mi corazón. A esos curiosos individuos que han hecho de mí un eterno admirador de la amistad y un perpetuo partidario de su afecto. A todos ellos que son mis cuates para lo que sea que se nos ocurra, mis carnales para lo que se me ofrezca, mis compinches durante el regodeo, mis secuaces en las maldades y ocurrencias, mi pandilla de toda la vida. A las, y los, que han sido mi hombro cuando los necesité y han sabido ser mi gran apoyo cuando la regué. A mis colegas de la vida a quienes conozco desde niño y veo como hermanos (que son). A los que conocí hace mucho tiempo y veo de igual manera. A los que tengo poco de conocer, pero sé, que la vida nos dará harto tiempo de fraternidad. A las que han sido mis piropeadas novias, hoy mis aduladas amigas. A los que me han querido siempre (hoy todos ellos). A las parejas de mis amigos a quienes al día de hoy veo con el mismo distintivo. A los que traen agradables paquetes familiares a la amistad. A todos mis consejeros en los momentos difíciles y mis copartícipes en los felices. A mis allegados en la vida, a mi camarilla en la camaradería, a mis comparsas en el despapaye y a mi comitiva en la pachanga. A todos ellos que son todo lo que soy.
A estos grandes amigos tráeles más aún, porque nunca he sido partidario de reducir a los amigos al número de dedos de la mano, por algo tenemos dos y hasta dedos en los pies. Tráeles salud, éxito y felicidad, ya que planeo compartir con ellos mi vida y me dispongo a prolongar nuestra amistad.

A mi familia y amigos que están lejos en kilómetros, pero cerca en pensamientos. A los que nos vemos, en mi dramatizado parecer, a cuenta gotas pero da un “chorro” de gusto cuando nos encontramos. A todos ellos que me sirven tanto para demostrarle, a cualquiera que me pregunte, que la distancia y el tiempo no son condicionantes en la fórmula del cariño eterno. Tráenos más instantes de regocijo juntos. Tráenos más risas compartidas y un mayor número de encuentros. Danos más momentos para generar, todavía más, recuerdos inmediatos.

A los que ya no están con nosotros: A los que se nos fueron prematuramente (y sin nuestro consentimiento) de este osado y peliagudo mundo, pero que se encuentran fijos en nuestra mente y en el corazón. Diles, si es que tienes la posibilidad, que los extrañamos y los recordamos a cada momento. Diles que las experiencias compartidas las inmortalizaremos en el pensamiento. Hazles saber que sus enseñanzas de vida las trataremos de emplear en las nuestras como un homenaje al cariño que siempre nos dieron.

Yo sé que me mandé con las peticiones, y aunque quisiera requerirte muchas más para todos ellos, entiendo que ya estuvo bueno el encaje. Así es que te dejo, mi amigo pascuero, agradeciéndote de antemano tus detallazos y tu duradera generosidad.


Cordialmente:

El niño que lleva dentro Alex Villasana Carbonell


De Entrada


Antes que nada, muchas gracias Karlita por incitarme a volver a hacer lo que tanto me gusta. No cabe duda que es mejor escribir las estupideces que andar solo pensando en ellas.
A todos los que alguna vez lean mis líneas les deseo que la pasen bien, yo realmente la paso de maravilla borroneando. Todo sea por bajar el estrés y por el entretenimiento.
A ti Sandra, “Pulga”: En donde quiera que te encuentres todo esto será siempre para ti. Todo lo que escriba será por lo que te debí haber dicho mil veces.