lunes, 22 de marzo de 2010

Fin De Semana Más Largo Que De Costumbre ©



A escasos días de que finalice el invierno, el frío en momentos se niega a ceder y la lluvia manda incipientes salpicadas como despidiendo a lo frentes fríos que tanto fastidiaron. Ahora que vivimos el ocaso del mes, empiezan a llegar los primeros brotes primaverales y el clima caluroso que tanto extrañábamos nos acompaña con mas frecuencia a lo largo de la jornada.

Con estos días tan soleados pido disculpas a la rutina por no haber cumplido con la nueva columna. La tardanza fue debido a que, a partir de esta entretenida diligencia, me cayeron dos chambas en mi actividad como incipiente guionista. La primera fue preparar un guión para el Video Clip de una importante empresa ambientalista (que no es por nada pero quedó de pelucas) y la otra era un texto que acompañará a un viejo amigo en su búsqueda por una campaña nueva para su Agencia de Publicidad. Por lo mismo cada día le he agarrado mas cariño al teclado.

Después de festejar mi cumpleaños (como albañil) entre grandes amigos, queridos familiares y amplios desenfrenos, el cuerpo ondeó la bandera blanca esperando, de una vez por todas, la tranquilidad y el sosiego. Desgraciadamente para éste, el comité de festividades tenía planeada una nueva reunión de la “marabunta jaranera”. Fue entonces cuando la modorra tuvo que esperar unas semanas más para ejercer su derecho.
Sin importar que el exceso asistió a todas las celebraciones de mi onomástico, ya tenía planeado asistir al casorio de un querido amigo que daría el “Sí” (y las próximas quincenas) en una hermosa hacienda del estado de Morelos. Este acontecimiento fue engalanado con amistades; quienes son grandes aliados en la pachanga, y que saben aplicar el desparpajo de manera envidiable. El evento era un pretexto perfecto para aprovechar que el fin de semana era más largo de lo acostumbrado. Por lo que, sin trabajarlo de más, nos dirigimos al lugar con entusiasmo y algo de sed. La duración del “Puente” parecía ser tiempo suficiente para el relajo y el relajamiento, desafortunadamente el cambiar por unos días la “Cuidad de los Palacios” por la de la “Eterna Primavera”, no fue la mejor idea para descansar. Pero igual la pasamos de maravilla entre exuberancias y risotadas.

Cómo con el solo hecho de alejarnos un poco de la metrópoli, empezamos a sentirnos automáticamente de vacaciones. El sacar la morralla para la cuota significa, para la mente, empezar a olvidarte del tráfico que te vino a despedir hasta la caseta. El ver los puestos de quesadillas en Tres Marías simboliza el evadir la comida sana por unos días. El tronar de los oídos y el surcar la “Pera” te emociona por que sabes que estas a un paso de tu destino. Pero cuando llegas al kilómetro en donde termina la Autopista y empieza el “Periférico Cuernavaquense” recuerdas que ya es una ciudad con alta densidad de población y llena de “Chilangos” que se te cierran o te avientan el coche (situaciones que hacen recordar al amado terruño). Sin embargo, cuando comienzan a aparecer las bugambilias regresas al estado de ánimo vacacional y continuas con la tarea de pasártela bien.

Después de hacer una hora y media a la entrada de Cuernavaca (gracias a las eternas obras viales) llegamos a instalarnos al que sería nuestro albergue. Ya sumergidos en el confort, y acicalados como lo exigía la gala tropical, nos dirigimos al acontecimiento nupcial con un poco de calor y todavía con más sed que en un inicio.
En cuanto llegué al decorado jardín me recibieron con ricos canapés y agradables cócteles, como si no hubiera llegado casi una hora después de la cita. Cuando estaba indagando en que mesa me habían colocado, y levantaba la mirada para ver a quien reconocía entre la multitud, me encontré con varias caras conocidas y algunas no tanto (pero eso sí, más emperifolladas que nunca).

Una vez acomodados empezó la fiesta y comenzamos a disfrutar del momento con los compañeros de mesa y con los vecinos, quienes traían la misma carga en las baterías. .
La degustación estuvo de rechupete y el bailongo estuvo al por mayor. A la nueva pareja ya no le cabía mas felicidad y lo invitados estábamos colmados de atenciones y de bebidas embriagantes.
¡Qué a todo dar son los bodorrios! Todo el mundo se desinhibe y entretienen a los que están contemplando el espectáculo. La gente baila al ritmo que proponga el grupo, sin importar que la vida los dotó con dos pies izquierdos. Los que son de carácter refinado terminan disfrazados con los atuendos más ridículos. Los que se jactan de escuchar solo música de calidad se la pasan tarareando cualquier canción que les llega a los oídos (perdón me mordí la lengua). Algunos hombres comprometidos, acalorados por el clima, empiezan a sudar más de la cuenta al entender que les avecina el mismo destino que al de la mesa de honor. Algunas invitadas miran a la novia con envidia de la buena (y a veces de la mala) pensando que pronto, o tal vez nunca, les llegará su día. Algunos casados voltean a ver con nostalgia la mesa de los solteros (y de reojo, las formas de las mujeres que pasan detrás del hombro de sus esposas) mientras sus conyugues les recuerdan que no deben de tomar de mas. Están los solteros que les hubiera encantado asistir acompañados para interactuar con alguien más que con el mesero y enamorarse de alguien más que del vaso. Están las parejas que se voltean a ver como si fuera la primera vez que se juraron respetar y adorar toda la vida, y están también, las que a leguas se ve que el amor eterno se terminó hace años. Aparecen los infaltables que “dan la nota” mezclando de manera inaudita los eventos sociales con el alcohol. Pero que indudablemente divierten a varios con sus chuscadas y con actos que muchos desearían realizar, aunque sea una vez en la vida, pero que jamás se atreverán.
Todas las distintas personalidades se unen con un mismo propósito: el pasarla lo mejor posible.
En estos fiestones conviven los que son abstemios y lo que beben con desempacho. Los que aprovechan la oportunidad para des estresarse y los que se amargan con lo que pasa a su alrededor. Los que se desesperan por no salir ni en rifa y los que salen huyendo del compromiso. Los calmosos y los juerguistas, así como los colados y los que sí recibieron invitación.
En la euforia de las “cubas” el que, en el momento, te dice “Salud” se convierte en tu amigo más entrañable. Los que brincan a tu lado en la pista se convierten en tu grupo coreográfico, y los que hasta ese día no tenías el gusto de conocer, se convierten en tus cómplices en el agasajo.
Desafortunadamente toda historia, por más feliz que esta sea, siempre tiene un final. Cuando te das cuenta ya solo quedan en el festejo los que se niegan a retirarse y los que se quieren ir desde hace rato, pero no ven la suya. Los que llevan horas despidiéndose y los que apenas y pueden recuperar la vertical.

La fiesta estuvo muy divertida, la resaca no tanto. El resto del asueto se esfumó entre comidas y recuerdos de lo que había acontecido en la boda y en el fin de semana. El regreso al DF no fue tan deprimente por que ya era lunes y la travesía nocturna en la autopista fue llena de risas y sin nada de tráfico.
Ya aquí en la “capirucha” estoy tratando de tomar respiro. No me he aparecido en los Viveros desde hace días, y aunque me invitaron a un viaje a las Pirámides de Teotihuacan para recibir la energía de la primavera, la verdad ¡Yo paso!

3 comentarios:

  1. Pero si tu ni te la pasas bien en todos lados.
    **Moni**

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  2. Ja-Ja-Ja Ya te veo el siguiente fin de parranda Pero Invitas!!!
    Mariana

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  3. jajaja...excelente descripción de lo que significa ir a una boda..

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