lunes, 1 de marzo de 2010

Sueño Sin Ganas De Dormir ©



Como buena ave nocturna cumplo, al pie de la letra, con la perniciosa tarea de desvelarme a lo tonto y estoicamente soporto los embates del agotamiento. Están por cumplirse dos horas de que vociferé que, ya para entonces, era una necedad seguir despierto. El cansancio es mayor que en ese instante, pero la testarudez aumenta con los pesados parpadeos.
La melomanía me imposibilita el dormir sin antes escuchar algunos de mis preciados discos, y la impericia me pone mil trabas para programar el aparato de sonido. La guitarra insiste con los “Acordes Cotidianos” (Al Maestro Benedetti con cariño), y mis sueños guajiros me piden que toque el piano otro rato más. Para esta hora, ya navegué por la Red, pasé por varias hojeadas de interés y uno que otro programa de la “Caja Idiota”, y a escasas horas de que se haga la luz, me dan ganas de fumar, pero se me quitan.
¿Por qué será que, si afortunadamente no heredé el insomnio de mi madre, me encanta provocarme el no dormir? Si a toda vista es un absurdo ¿Por qué insistiré con lo mismo?
A veces es entendible el desvelo, sobre todo cuando se tiene una responsabilidad, la cual lo merece, o en ocasiones en que la vida nocturna así lo requiere. Pero cuando uno se encuentra recluido en el hogar, creo que la acción se convierte en una verdadera insolencia para el reposo y en una total barrabasada noctívaga.

Siempre he tenido el raro hábito de acostarme a horas avanzadas de la noche, y esto no sería monserga, si no tuviera tan arraigado el odio a madrugar. Por lo que realmente es un suplicio, más que provocado. Según comentarios de la que me trajo al mundo practico el noctambulismo desde embrión, y conforme han pasado los años, me he convertido en una versión opuesta de La Cenicienta, ya que empiezo con el entretenimiento llegada la media noche.

El reloj señala que son las tres de la mañana de un miércoles. Las luces de los vecinos, desde hace rato, están apagadas y hasta el “Coco” está durmiendo. Las calles se mantienen libres de bullicio, y lo que más rompe con la tranquilidad, es el ventilador de la computadora que desentona con las melodías de David Bowie. Los bostezos me recuerdan que hay sueño, pero el teclado me dice que no hay ganas de dormir. Sigo escribiendo (y hablando solo como orate) sin importar la hora, y si no me pongo un alto, la levantada forzosamente será un martirio. Afortunadamente soy de los que pegan el cachete en la almohada y enseguida los atrapa Morfeo, pero desafortunadamente también soy de los que no entienden razones ante a las exigencias del despertador. Por lo que es mejor pernoctar; ya, aunque nada me lo inspire.

Regreso al garrapateo a las 2:00 A.M. del domingo, y la tranquilidad del fin de semana, me llena de gozo para continuar con el texto sin inquietudes. Ya con un ambiente más comodino empiezo a entender que la noche no solo trae consigo penumbra y criminalidad, sino que también, es cómplice de la inspiración y compañera inseparable de varios placeres.
Un poco menos despierto que hace rato, concibo que incontables poemas han sido ofrecidos a la noche y su misticismo, e innumerables veces habrán sido dedicados bajo las estrellas. Un sinnúmero de canciones pudieron haber sido escritas con la luna de fondo y ¿Cuántas veces las habremos escuchado a media luz? La parranda indiscutiblemente sabe mejor cuando el sol no se ha asomado y el deleite se percibe distinto ante la obscuridad.
Ahora sé que los momentos nocturnos son para los que saben disfrutarlos, ya sea dormidos o despiertos.

La noche es enigmática y acompañante de muchos locos que deambulamos hasta tarde. Siempre será encantadora y más que propicia para el amor. En esos momentos del día, es cuando más nos entretenemos los desvelados y cuando más pardos parecen ser todos los gatos. Es cuando Neruda pudo escribir sus “versos más tristes”, cuando los “Amorosos” caminan y lloran, según cuenta Sabines, y cuando los “extraños” intercambian miradas, según canta Sinatra. Es cuando más cansados podremos estar, pero es también, cuando más nos despabila la certeza de que ya habrá tiempo para dormir.

A las casi cinco de la madrugada, al cuerpo le urge reposar. La cama me seduce, pero antes de “la pestaña” dedico esta oda a la noche y a sus maravillas. Antes de tomar la mañana, y de soñar el nuevo motivo para dormir poco, he comprendido (cabeceando) que quizás el desvelo con creatividad, es cuando deja de ser absurdo.

Que pasen buena noches y mejores desveladas.

Alex VC

5 comentarios:

  1. ME ENCANTA COMO ESCRIBES Y COMO DESCRIBES LOS MOMENTOS, HABLAME CUANDO ESTES DE SONAMBULO POR QUE YO TAMBIEN SOY DE LA NOCHE
    BUBU

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  2. Muchachito que bonito escribes te mando un beso. Moni Lu

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  3. Me encantó, me encantó, me encantó....te mando una beso y ya espero el próximo.
    Mary Elena Besos

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  4. Vaya pasatiempo deberías dedicarte a esto.
    Un abrazo Agustín Soler "Bilos"

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  5. Que bonita oda a la Noche, y mira que yo me duermo a las ocho en punto Jiji Oli

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