miércoles, 28 de julio de 2010

¡Ay! Soledad ©


Las calles se encuentran más vacías de lo que la noche nos tiene acostumbrados. Alguno que otro despistado se niega al encierro, pero la mayoría de los andariegos deciden guarecerse en casa o buscar refugio en los lugares que cuentan con un techo hospitalario. Las voces y los pasos son escasos en las esquinas y los ecos nocturnos se desvanecen con el caer de las gotas de lluvia. No es tan tarde como para pensar que es normal que los caminos se encuentren tan desolados, y el temporal no es tan enérgico como para despojar a la velada de las caminatas y visitas nocturnas. Algo pasa con la noche por que se aprecia distinta y se ve de un color azul más sombrío. Aunque cuenta con su eterna musa la luna y las estrellas, que pareciera salieron de entre las nubes para hacerle compañía, casi se logra escuchar su lamento ante la penumbra. La noche se siente sola y no sabe por qué.

A veces la soledad nos llega cuando menos la esperamos, y es entonces, cuando nos fastidia. Debe ser el peor momento en el que se pudiera estar, así como el tedio más aberrante que nos puede presentar la vida. Es un sentimiento que nubla a la esperanza y que arrebata, de la forma más ruin, los momentos de felicidad. Es el lugar en donde nadie debería de hallarse nunca, pero la pena muchas veces se encarga de insistir. La soledad es la peor de las compañías, por lo que al primer indicio de su presencia, deberíamos de alejarnos para nunca ser partícipes de sus oscuras intenciones. La soledad muchas veces nos priva de los momentos gratos y de la libertad de ser felices, se puede encontrar en cualquier sitio, pero no tendíamos por que ser parte de la misma. El fuego se encuentra en la naturaleza, y no por eso, vamos a ir a quemarnos las manos.
Si la soledad es la carestía de la libertad y la necesidad de compañía, entonces, ¿por qué hay quienes recurren a ella conscientemente? ¿Será posible que algunas personas estén tan acostumbradas a la soledad que no ven la vida de otra forma? La soledad no debería de existir nunca en el anhelo, sino sólo en la desventura. Debería ser condicionada por la razón y mantenerse primordialmente como opcional.
Cuando no se tiene con quien compartir los momentos especiales es cuando se percibe la soledad. Cuando se buscan cómplices para poder disfrutar de lo agradable, y no se encuentran, es como llegar al yermo. Pero también existen los momentos especiales cuando estamos solos. Las mejores reflexiones las encontramos con nosotros mismos, y en ciertas ocasiones, el mejor de nuestros talentos aflora con el retiro.
A veces se puede confundir la soledad con estar solos, lo que provoca que los momentos de introspección se puedan tornar desolados. La diferenciación radica en que tanto le permitimos a la soledad irrumpir en los momentos en que estamos apartados de la compañía.
Hay gente que aprecia los momentos en que se está solo, y está bien, es bueno dedicarse tiempo. El estar solo no necesariamente significa estar en un momento de soledad. El estar solo es convivir con nosotros mismos, es disfrutar de los lugares y actividades que sirven para nuestra placidez. La problemática aparece con los que quieren estar solos, ya que en su decisión, pueden estar rondando los linderos del aislamiento. Los que quieren estar solos más tiempo que con compañía pueden caer en un triste exceso de intimidad. El mundo es tan hermoso que es imperdonable no disfrutarlo. La compañía es tan agradable que es hasta absurdo no aprovecharla. Cuando se quiere estar solo por mucho tiempo, es cuando la soledad llega para importunar. Muchas veces somos nosotros los que debemos dejarla en paz.

La compañía es la vacuna para la soledad, y las zonas de confort son de lo mejor para permanecer fuera de su alcance. La convivencia es importante para evitar pensar siquiera en ella. El regodeo y el entretenimiento son distractores perfectos del aislamiento y el arrumaco es una de las curas mas divertidas para la soledad. Cuando no se tiene nada de lo anterior es cuando se es parte de la soledad y es cuando se empieza a procurarla en vez de objetarla. No se debe de temer a la soledad, se tiene que evitar ser parte de ella. Si se es parte de la soledad, se es solitario.

En el recorrido de la vida se encuentran tramos solitarios, pero siempre se llega a la convivencia. Los amigos, la familia, la pareja, hasta los extraños hacen compañía. Nuestra tarea es no alejarse, de lo contrario, se caería en la incomunicación por iniciativa. No puede existir nada peor que sentirse solo cuando se está rodeado de cariño. Debemos de atesorar los momentos compartidos y aprender de los de soledad, pero sin llegar a los placebos como la mala compañía. En esos casos es mejor estar solo; ya que las compañías indeseables son copartícipes del sentimiento de soledad.
Si permanecemos cerca de las personas que nos llenan el espíritu, si visitamos cada vez más lugares que nos cargan de alegrías y si hacemos las cosas que más nos gusta realizar, el resultado será la victoria ante la soledad.
Nadie debería sentirse solo, y menos, cuando la solución esta cerca de las manos. Hasta la misma soledad muchas veces clama nuestra compañía.

La noche ahora entiende que su sentimiento de soledad era la percepción de su melancolía. Hoy sabe que se sentía sola, pero nunca lo estuvo. Ahora sabe que está rodeada de muchas otras cosas, por encima de lo cotidiano. La luna estuvo siempre a su lado, y en su malestar, la había dejado de lado. Las estrellas que aparecieron para animarla, en su tristeza, no quiso disfrutarlas. Se dio cuenta que la lluvia no se asomó para amagarle la velada y privarla de las voces y los pasos; sino apareció para que lo verde se vea más esplendoroso, para que la tierra tuviera un olor diferente y para lavar las antipatías que ocurren en el día.
La noche ha aprendido a agradecer por lo que tiene a su alrededor, y el día de mañana, seguramente sabrá encantarse con la compañía.

Alex VC

2 comentarios:

  1. Ay, me ví en tu escrito...me encantó somos los solitarios los que tenemos que dar el primer paso para serlo solo en momentos que lo gozamos.

    Maru

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  2. Lindo: Me ancanta leerte hasta cuando me haces sufrir. Que bonito escribes y que bonito relatas.
    Me encanta leerte y me encanta platicar contigo por que lo que sea que platiquemos siempre es una enseñanza y una experiencia hermosa para mi.

    Te quiero Mucho

    Ana Luisa

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