miércoles, 3 de febrero de 2010

El Recuento De Los Daños ©



Pero que manera de despedir el año. Como si no hubiera sido suficiente la inseguridad o la crisis mundial (que en lo particular me pegó como si la culpa hubiera sido toda mía y el escarmiento fuera costear los platos rotos) descubrimos también la mentada influenza. Algunos decían que dicho mal era un virus que producía una enfermedad aguda de las vías respiratorias, y algunos otros, salían con teorías conspiratorias acerca de una iniciativa del gobierno solo para fastidiar, pero bien que andaban como asalta diligencias por toda la ciudad con su tapa-bocas. A consecuencia del odiado gripón, y como si viviéramos en la opulencia, media comunidad comercial estuvo marginada por buen rato, con quejas entendibles de los propietarios, así como con sus respectivas y obvias consecuencias económicas. Pero como no hubo realmente a quien echarle la culpa de todos esos desarreglos, tuvimos que hacerle como siempre: apechugar, hacer de cuenta que no pasó nada y fregarle para pagar las deudas que nunca paran.

No es que uno sea quejumbroso pero, ¿Qué pasó con la querida Madre Naturaleza? Desde infantes entendemos que nacemos y que vamos a morir, así como la premisa de que el mundo eventualmente se irá a acabar. ¿Pero qué no habría manera que se esperara algunos años? Todavía nos quedan cosas importantes por realizar, varias metas por conseguir, y por supuesto, algunas sandeces por hacer. Por eso niños, como propósito de año nuevo (Que por cierto el mío fue dejar de fumar y ya llevo tres lápices mordidos para no comerme las uñas) cuidemos al mundo por que, así como México, no hay dos.
A que voy. Llovió a cántaros en varias latitudes del país. Tlaloc no dejó de ejercer su violencia hasta que se cansó. Para hacer mas amena la situación, la mayoría de las jornadas salías por la mañana a departir o a trabajar solo con tu camisa, debido al calorcito y al Astro Rey que estaba en su esplendor, cuando de repente y casi siempre sin aviso, se soltaba tremenda tromba que pensabas ibas a ahogarte. Por la tarde o noche llegabas como sopa a tus aposentos y te enterabas en las noticias que estamos viviendo las peores sequías que se recuerden en años. Realmente no lo entiendo que “El Niño” me lo explique.
Que tal los fríos. Experimentamos temperaturas como si viviéramos en la zona mas helada de Wisconsin pero con el detalle de que nuestras moradas no están equipadas con calefacción. A lo que llegan los suertudos es a tener el calentador eléctrico que te conforta muy bien pero te tira en la cama tres días del catarro que pescas. En nuestro guardarropa lo único térmico es la chamarra de piel que está mas fría que la tatarabuela o la pijama de franela que alguien te regaló y que gracias a la fortuna o a la negligencia nunca desechaste.

En donde peor esta la cosa es con nuestros hermanos Haitianos que sufren de pérdidas irreparables debido al terremoto. No nos cuesta nada ayudar, lo que sea es ganancia para nuestros amigos Caribeños. Muchos de nosotros tenemos edad suficiente para recordar lo que pasó con el sismo del 85 y como sufrió el país entero con el desastre. No hay que ser, yo sé que en nuestro país no nos sobra nada, pero en Haití desafortunadamente les falta mucho.

En lo personal, creo que el año estuvo duro pero no tupido, ya que afortunadamente sigo aquí importunando al prójimo y cuento con los míos para querer y convivir. Aunque hubo sorpresas que a veces el destino te pone para hacerte, según él, mas simpática la vida.
Después de pasar la cena navideña encerrado en mi casa con calentura y moqueando sin cesar, así como con el atinado fastidio que no para mas que con el cansancio, tres días después una ocurrente hernia tuvo a bien ahorcarse en las entrañas de mi progenitor. Después de pensar que el mole de la comida era el causante de su malestar, ya que el señor tiene antecedentes de tener un excelente diente, al no disminuir el dolor nos dirigimos consternados hacia el nosocomio. Posteriormente de los análisis y el diagnóstico médico, ahí nos tenías a mi patriarca y a mí en la sala de emergencias esperando, una de dos: que ya lo metieran al quirófano confiando en que el doctor no se hubiera ido nunca de pinta y lo operara satisfactoriamente o esperar unas horas mas para que llegara el día 28 y nos hicieran sentir como inocentes palomitas al habernos dejado engañar con la pesada broma: Fue la primera, y al viejo le metieron cuchillo como regalo adelantado de Reyes.
Afortunadamente todo salió muy bien, con los correspondientes desvelos y preocupaciones, pero cada uno de ellos se te olvidan enseguida cuando ves al que te enseñó a andar en bicicleta discutir con la enfermera al no querer salir del hospital en silla de ruedas. Esto apenas unas horas antes de la cena de año nuevo.
Fue entonces cuando cerramos con broche de oro el 2009 y entendí que la vida, a final de cuentas, es benevolente ante los malos ratos.

¿Ahorita como me pinta el año? Creo que de maravilla por que veo salud a mi alrededor y concibo felicidad en el porvenir. Tengo ganas de hacer cosas nuevas y de retomar algunas otras que había dejado en el suspenso. Estoy emocionado por que algunas losas que traía a cuestas por el camino la paciencia las cambió por zapatos más cómodos para el andar.
¿Qué deseo para el 2010? Que la vida se vislumbre excelsa para los que quiero y para los que no tengo el gusto. Que la tranquilidad sea el nuevo exceso en los hogares. Que los que tienen en demasía se den cuenta que hay demasiados que poco tienen. Que demos un paso más hacia el progreso y el bienestar social. Que México sea un divertido espectáculo en donde todos puedan comprar un boleto. Que haya mas niños jugando en las calles. Que sean contadas las malas noticias. Que haya trabajo hasta para el que implora no encontrarlo. Que nos decidamos por fin a cuidar a la tierra. Que haya más libros que leer. Que haya más canciones que cantar y más chascarrillos que contar. Que no decaiga nuca el ánimo. Que la cosecha de mujeres nunca se acabe. Que los gobernantes desquiten el voto. Que ya gane algo el América, ya que la razón me dice que le deje de ir, pero a mi corazón no hay quien se lo haga entender. Que haya cada vez más pretextos para pasarla bien. Que hagamos más amigos y amigas. Que les vaya bonito a todos.
Nos vemos en algún momento de este nuevo año, mientras tanto digamos ¡Salud! Que es la última y nos vamos.

Alex VC

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