sábado, 13 de febrero de 2010

Lo De Más Es Pura Coincidencia ©



Cuando uno piensa, según lo que aprendimos en la escuela, que La Tierra es un enorme cuerpo celeste que gira alrededor del Sol, nos damos cuenta que en realidad solamente es un pañuelo. A veces suceden agradables coincidencias que hacen dudar a la misma lógica, y por lo tanto, siempre es mejor disfrutarlas que pensar de más tratando de buscar una explicación.
El jueves pasado me encontraba compartiendo el pan y el vino en un selecto restaurante de la Colonia Condesa. La noche estaba pletórica de calma, ya que contra todos los pronósticos, el líquido vital había calmado su ira después de intensos días de torrentes. Como el mejor de los paisajes, el cielo era un cúmulo de estrellas y el frío finalmente sosegaba su ímpetu para convertir la cena en casi una utopía climática. Pretextos que algunos utilizan para comer como “Pelones de Hospicio” y beber como “Cosacos”.
Terminados los alimentos, que a pesar de lo refinado del lugar estaban para chuparse los dedos, complementamos la velada con aburridas pláticas profesionales, algunos comentarios sobre eventos agradables, y por supuesto, con las correcciones al Mundo que inevitablemente aparecen en la sobremesa. Todo esto necesariamente acompañado de bebidas al gusto y de la terquedad de algunos de los presentes.
Una vez pagada la dolorosa cuenta, y después de despedirnos sin llegar a conclusión alguna de los temas abordados, me dirigí a mi segundo compromiso de la noche.

Desde hace ya algunos años acostumbro, junto con un grupo de agradables tahúres que conocí en la Universidad (y a quienes hasta la fecha llamo amigos.) dedicar el cuarto día de la semana al Juego, en vez de hacerlo al Rey de los Dioses. Cada jueves consagramos unas horas a procurar el esparcimiento y a homenajear a los placeres mundanos. Jugamos al Póker rodeados de comida chatarra, risas etílicas, frases idílicas, tabaco, música contemporánea, licores refrescantes, alegrías y disgustos. Es decir, todo lo necesario para que el viernes nuestro cuerpo tenga por entendido a la perfección lo que recibió.

Cuando me dirigía hacia el retozo, hubo un agradable e inesperado cambio de planes. De camino al turnado garito, el cual coincidentemente tocaba en el mismo vecindario, el destino irrumpió en mi travesía para colocarme en un trayecto que tenía años sin recorrer. Al pasar frente a un conocido Bar de la zona, tratando de esquivar a los visitantes que intentaban irrumpir en el lugar y a los asistentes que salían a emitir bocanadas de humo, encontré algo muy familiar dentro del establecimiento. Por la ventana reconocí algunas siluetas que hacía mucho rato no veía, pero que el pasar del tiempo las había respetado en mi memoria. Entre la multitud y el juntar de las copas se encontraban algunos amigos de la juventud brindando y departiendo. Tenía años de no ver a varios de ellos, por lo que sin pensarlo demasiado, entre al recinto para saludar.
Agradecido con la casualidad sorprendí a aquellos con quienes compartí mi niñez y adolescencia, y a manera de feliz reclamo, les hice saber que para la próxima esperaba se dignaran a invitar. Instantáneamente recibí abrazos y apretones de manos de cada uno, así como la innegable invitación a “echarme un par”.

Desde que me senté en el incómodo banco me sentí muy cómodo con la compañía. El tiempo marchaba entre risas y recuerdos, como si no hubieran pasado casi dos décadas de ausencia. Recordamos a cada momento las maldades y boberías que no dejábamos de hacer en aquellas épocas. Conforme más pasaban las horas, y más empinábamos los vasos, el dolor de las quijadas y del estomago se agudizaba a causa del buen humor. Las pausas que hacíamos entre el carcajeo y las muecas eran solo para ir al concurrido baño o cuando salían a fumar los que habían prometido dejar de hacerlo. Pero siempre había alguien en la mesa con una anécdota en donde alguno de los participantes tuviéramos algo que ver. Cuando nos dimos cuenta ya nos habían prendido la luz, como un intento brusco de detener el jolgorio. Habían pasado, como agua, horas enteras de relajo y regocijo.

Hacía mucho que no recordaba los “buenos tiempos”. Hacía tiempo que no veía a mis buenos amigos, y a pesar de los años, sus esencias no cambian, y que gusto. Por un momento todos regresamos a ser los niños con el uniforme de los colores ridículos y las rodillas raspadas. Éramos los cínicos a los que no nos interesaba nada más que la diversión. Los que no les importaban las consecuencias de los actos. Esa noche todos éramos los apodos y ninguno los nombres propios. Éramos preadolescentes con edad suficiente para decir “Salud” por le gusto de vernos y estar hasta la madrugada recordando a los demás amigos que no estaban en el lugar. Los que imponían la voluntad sobre la conciencia. Los que a los treinta y tres años se siguen riendo como chiquillos, y que bueno.

Gracias a los amigos, por que de verdad me la pasé de fábula. Valió la pena la desmañanada, y más aún, la desvelada. Espero que pronto se repita, y espero se unan todavía mas amigos a festejar el recuerdo (Hasta altas horas de la noche).

Alex VC

4 comentarios:

  1. Me da mucho gusto que sigas con este pasatiempo, que yo calificaria como Don. Te felicito por plasmar tan amenamente en letras tu pasatiempo y compartirlo. Un abrazo Mi Chi!!
    Carlos GM

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  2. OOOOOH QUE BARBARO NO TE CONCOCIA ESA GRACIA
    PEPE LOPEZ

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  3. Me encanta tu Blog soy Fan!!
    Nadia Estevané

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  4. Que lindo escribes s´guelo haciendo por que tienes mucho talento
    te mando un beso y espero leer nuevos pronto. Male

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